Zapata y Zapatero
Orlando Zapata Tamayo, preso de conciencia cubano, ha fallecido esta semana en La Habana a los 42 años -7 de ellos en injusta prisión-, tras casi tres meses de huelga de hambre. Pedía a sus carceleros un trato digno y que cesara el maltrato. Nada más. Y nada menos.
No es el primero. En las oscuras mazmorras del castrismo han muerto ya varios -lamentablemente poco conocidos- presos de conciencia en protesta por las crueles condiciones que pudren a los reclusos. Otros -todavía más anónimos- han muerto precisamente por esas lamentables condiciones.
En esas celdas no entra ningún observador internacional desde hace más de veinte años.
Dicen que un gobierno tiene el grado de civilización de sus cárceles. En las castristas se hacinan inhumanamente doscientos inocentes por disentir con la última dictadura de la América hispana.
El comandante convaleciente Fidel Castro y su hermano, el general Raúl Castro, tratan a inocentes y pacíficos presos de conciencia mucho peor de como el dictador Batista los trató a ellos tras cometer el violento ataque al cuartel Moncada, saldado con casi un centenar de muertos. Los hermanos Castro fueron amnistiados después de menos de dos años en la cárcel, que pasaron en agradables condiciones descritas en el libro ´La prisión fecunda´.
La injusta y lamentable muerte de Orlando Zapata es responsabilidad de la dictadura castrista, tanto por no escuchar sus razonables peticiones, como por no evitar que muriera. Deja en evidencia, una vez más, a los valedores internacionales de la junta militar de ancianos que hoy desgobierna Cuba. Para ver avances hacia la democracia o el respeto a los derechos humanos hay que ponerse tres gafas rosas de tres dimensiones.
El ministro Moratinos no ha dicho “esta boca es mía” ante tan inoportuno desenlace, si bien su Ministerio lo ha lamentado. Este triste suceso ocurre justo después de las reuniones bilaterales sobre derechos humanos entre los gobiernos español y cubano. Demuestra, por si hubiera dudas, que aquéllas no sirven para nada -más allá de la mercadotecnia política.
Por su parte, Rodríguez Zapatero acudió a un foro para hablar contra la pena de muerte. Excelente ocasión perdida de sacar a colación la evitable tragedia de Zapata. Según sus asesores, sí aludió al tema, pero tan crípticamente, que hacían falta refinados exegetas para interpretar en su discurso algo al respecto.
Zapatero debería meditar acerca del ´caso Zapata´. Ya vimos recientemente cómo el Gobierno cubano le impedía la entrada a Cuba a Luis Yáñez, un socialista moderadamente crítico. Ahora esto. ¿Qué hace falta para que Zapatero entre en razón?
Se puede ser cándido o antropológicamente optimista. Pero hasta un límite. Cuando los hechos hablan tan a las claras, negarlos es entrar de lleno en el terreno del cinismo o la hipocresía.
Medite, presidente.
Ojalá que la muerte de este inocente no sea en vano. Hoy más que nunca, los demócratas debemos solidarizarnos con la madre de Orlando, Reina Tamayo, y con los presos de conciencia, con los activistas de los derechos humanos y con el pueblo cubano, víctima principal en esa patética tragicomedia que dura ya más de cinco décadas.
Autor: Ricardo Carreras-La voz libre