Me llamo Pedro Pablo Álvarez Ramos y nací un 25 de Enero de 1948 en La Habana. Desde muy pequeño sentí una gran inquietud por la política en mi país. Mi padre fue asesinado un 17 de Mayo de 1958 por un sargento de la policía batistiana y la Revolución representó un destello de libertad para los cubanos. Muy pronto llegó el desengaño: la venganza, el odio y el paredón hicieron a muchos ver cuáles eran las verdaderas intenciones del gobierno.

Desde muy temprano los revolucionarios fueron transformando la vida social, política y económica del país; las intervenciones, las expropiaciones y los encarcelamientos se hicieron comunes; nuevas organizaciones se fueron conformando todas con el objetivo de controlar a la sociedad civil; la prensa fue sometida a la mayor censura en la historia de nuestra nación y poco a poco se fue instaurando un régimen centralizado que no dejaba espacio alguno a las libertades individuales de las personas. Los sindicatos desde muy temprano fueron monopolizados por los nuevos dueños de Cuba. Se impuso una dirección comunista que respondía a los nuevos intereses y principalmente al gran líder de la Revolución.

En 1976 se aprobó, o se hizo aprobar la Constitución Socialista. Esta nació sometida a los intereses de la antigua Unión Soviética, como nunca antes había sucedido en nuestro país. Ni siquiera la Enmienda Platt establecía tantos poderes a una potencia extranjera, ni tal grado de sometimiento como el que esta carta magna manifestaba en sus estatutos a favor de una potencia extranjera.

En la década de los 80 se fue conformando el movimiento de Derechos Humanos. Miles de cubanos asumimos la idea de que por medios pacíficos se podían lograr las transformaciones hacia un Estado de Derecho que garanticen las libertades plenas y el derecho del pueblo a tener derecho y poder decidir su futuro.

A mediados del año 90 me incorporo al Movimiento Armonía y a finales del mismo nos dimos a la tarea de crear un sindicato independiente que defendiera realmente el derecho de los trabajadores en Cuba. En el puerto de la Habana se logró crear un pequeño grupo sindical. Yo trabajaba en gastronomía y logramos atraer a un grupo considerable de trabajadores de este sector que apoyaría las acciones de este sindicato en los muelles. Esto fue descubierto por la Seguridad del Estado y a principios de Julio de 1991 fueron expulsados los cuatro principales líderes de este movimiento sindical.

En Cuba, el sindicalismo independiente está prohibido por mandato oficial. Es por eso que el régimen cubano siempre se ha opuesto a todo intento por parte de los trabajadores a tener su propia organización y ha utilizado todos los medios represivos a su alcance para impedirlo. No obstante el 4 de Octubre de 1991 se funda el primer sindicato Libre e Independiente en la Cuba comunista de los Castro. La Unión General de Trabajadores de Cuba, U. G. T. C. Por supuesto esto fue bárbaramente reprimido y durante años sufrimos acosos, detenciones, amenazas, represión y encarcelamientos, así como intentos de división.

El 14 de Julio de 1995, fundamos el Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos, C. U. T. C. El 7 de Noviembre de 1998 asisto como invitado al XI Congreso de la Central Latinoamericana de Trabajadores, C. L. A. T., que fue celebrado en México. Posteriormente en Abril de 1999 somos reconocidos como miembros plenos de esta honrosa Organización de Sindicatos Latinoamericanos. A finales de 1999 viaja a Cuba una delegación sindical de Holanda. La Confederación de Sindicatos Cristianos de Holanda, C. N. V. con la cual firmamos un convenio de colaboración. En Octubre del 2000 tratamos de llevar a cabo nuestro Primer Congreso y soy encarcelado durante 106 días en la prisión de Valle Grande al oeste de la Ciudad de La Habana. Estando en prisión a finales de Octubre, la Confederación Mundial del Trabajo, C. M. T. nos reconoce como miembros plenos. El 26 de Enero de 2001 soy liberado y desde ese momento empiezo a trabajar junto a Oswaldo Payá Sardiñas en el Proyecto Varela. Esta es la propuesta que más aceptación ha tenido dentro de Cuba ya que brinda la oportunidad a nuestro pueblo de escoger libremente cual sistema político desea para salir de la actual crisis, que hoy tiene a nuestra nación sumida en la mayor miseria de su historia.

Ante esta propuesta los que dirigen la política en Cuba sólo han tomado una posición: imponer la razón de la fuerza y en Marzo del 2003, en la llamada Primavera Negra, apresan a 74 hombres y a una mujer, sometiéndolos a juicios sumarísimos y a altas penas de cárcel que van de 6 hasta 28 años.

Aún hoy permanecen 55 de estos hombres en cárceles cubanas, en condiciones infrahumanas. Estos defensores de los Derechos Humanos injustamente condenados continúan en prisión. ¿De qué cambios se puede hablar en Cuba cuando estos inocentes y otros muchos más, todavía permanecen privados de su derecho más elemental: la libertad?

Pero además ¿Qué defienden estos hombres y qué reclaman? Lo que estos hombres defienden y reclaman son derechos fundamentales. Pero eso no es un asunto solamente interno, pues por algo esos derechos son universales, y negarlos a un ser humano es agredir a toda la humanidad de la cual formamos parte como una gran familia.

En estos últimos meses hemos podido observar como se ha incrementado el hostigamiento a los activistas cívicos, aplicando todos los recursos del totalitarismo. Han condenado a más de 20 disidentes y cerca de 12 aún permanecen en prisión. Recientemente un grupo de las Damas de Blanco fueron desalojadas de la Plaza de la Revolución por la fuerza y lo único que pretendían era hacerle llegar una carta al presidente Raúl Castro, pidiendo la libertad incondicional inmediata de los 55 disidentes que aún permanecen en la cárcel.

Pero esto no es todo. El gobierno cubano, sus voceros, sus periodistas e intelectuales orquestaron una campaña de difamación, descréditos, amenazas, insultos y falsas acusaciones en contra de los que luchan pacíficamente dentro de Cuba por los Derechos Humanos. Más recientemente el ex presidente Fidel Castro arremetió contra las declaraciones de la Unión Europea con vistas a levantar las sanciones a Cuba. Evidentemente el régimen cubano actual no tiene la capacidad para efectuar ningún cambio trascendental mientras la sombra del gran líder esté detrás del poder.

La Unión Europea debe respaldar los proyectos y las estrategias plurales de los movimientos para una solución pacífica de los actores dentro y fuera de Cuba; así como las propuestas y reclamos presentados por ellos, que son el sentir de un pueblo que padece hace casi cincuenta años una dictadura totalitaria que se niega a reconocer su fracaso y que pretende engañar a la comunidad democrática mundial con reformas dirigidas a crear la imagen de un futuro cambio de sistema en el país.

Cuba no cambiará hasta que no se liberen a todos los presos políticos de conciencia sin ser obligados a salir del país.

Cuba no cambiará hasta que no se reconozcan los derechos y las libertades personales y se hagan transformaciones del código penal vigente que limitan las libertades políticas, sociales y económicas del pueblo.

Cuba no cambiará hasta que no se transforme la actual constitución y garantice poder conformar organizaciones libres e independientes del estado, permitiendo así la existencia legítima de una nueva sociedad civil en libertad y democracia.

El pueblo cubano quiere y desea una transición gradual que garantice la reconciliación nacional entre todos los cubanos. El pueblo cubano no es enemigo de los que se han ido de Cuba. Eso es una falacia del gobierno. Los cubanos que están afuera siempre le han tendido la mano a los de adentro.

El pueblo cubano quiere, desea y merece alcanzar una sociedad sin privilegios de clases, raza, por el color de la piel, sexo, origen nacional, religioso o afiliación política. Una justicia que signifique igualdad de todos ante la ley e igualdad de oportunidades.

Para terminar quiero repetir un párrafo de Oswaldo Payá en su mensaje a la Conferencia de Bruselas:

«Nadie desea más la verdadera apertura que el pueblo cubano; nadie trabaja más de manera transparente y pacífica por esa apertura que los luchadores por los derechos humanos. No es nuestro espíritu negar el valor de lo que sea positivo, pero consagrar como verdadera apertura algunas medidas y algunas maniobras, es cerrar las puertas del futuro a nuestro pueblo y condenarlo a vivir sin derechos. Es, sepultarlo en la mentira».

Autor: Pedro Pablo Álvarez Ramos (publicado en Cubamatinal)