El 31 de diciembre lo pasó en el hospital y no sobrepasó las crisis. Cuando volví a encontrarlo fue en el féretro, sólo un mes después. Yo había tomado quizás su última foto el Día de los Derechos Humanos. Las próximas serían en la funeraria, la misa y la tumba, donde su viuda e hijos tenían ese semblante punzante y la mirada incrédula. Parecía el jamás que en muchos sólo pertenece a los familiares del difunto. Pero Miguel se inmortalizó por esos caprichos de las injusticias y la tenacidad de quienes las afrontan.

Es él uno de los 75 macabramente arrojados en los calabozos de esta república prisión llamada Cuba, aquella Primavera Negra de 2003. Los esfuerzos de sus familiares, solidarios cubanos dentro y fuera del archipiélago y tantos en todo el mundo aún no han logrado la excarcelación incondicional que se merecen, porque no han cometido ningún delito. Sus únicos crímenes son haber vencido el miedo y alcanzar la libertad mediante la expresión de sus ideas, apresadas desde que nacieron en muchos casos.

Ellos son realmente libres porque nadie puede dictarles como tienen que pensar ni qué pueden hablar. Son pacíficas personas que aman su país y han pretendido que avance para beneficio de sus hijos y los hijos de todos los cubanos, y el pueblo cubano actual, y el pueblo cubano de mañana. La mayoría está seriamente enferma por las condiciones inhóspitas, la mala alimentación y la tortura psicológica. Pero no pierden su dignidad.

Ahora, cuando en Cuba se abren posibilidades de salir del marasmo y se comienza a reconocer los problemas que muchos de los 75 alertaron, no tiene explicación que 59 aún permanezcan en las cárceles. No sólo tiene que suscribirse acuerdos internacionales y recibir a representantes de Naciones Unidas sobre asuntos relativos a los derechos humanos. Esos derechos hay que ejercerlos efectivamente, en primer lugar siendo justos y liberando a los prisioneros de conciencia. Los visitantes ilustres bien podrían contribuir a que eso se alcance y, además, ayudarían al gobierno a liberarse de tal peso.

El quinto aniversario de marzo de 2003 no debe conmemorarse con los 59 en prisión. Menos aún debe darse oportunidad a que otros puedan correr igual suerte que Miguel Valdés Tamayo.

Autor: Miriam Leiva (publicado en Cubanet)