Manual de realidades
Los sitios que indica con precisión esta guía para conocer la isla de Cuba son los que el gobierno y su sistema de propaganda se empeñan en sepultar, disimular, edulcorar –cuando no queda más remedio– para que nadie vea hasta dónde llega el tajazo de la penuria y la represión.
El viaje al que convida es subterráneo. Los paisajes son tristes y la música que propone en las estancias pobres señalizadas es casi fúnebre. Sonoridades del guaguancó o de Guantanamera que los cubanos relacionan con el número 83, tragedia en la charada china. O con el 8, muerte. Y con todas las vocales y las consonantes de las palabras abandono, fracaso y socialismo que la vida real han convertido en sinónimos.
Es una guía paralela. Una descripción de regiones urbanas y rurales que el oficialismo trata de sumir en las oscuridades. El libro es, en definitiva, un plano cerrado de la gente que lucha y sufre, mientras en las pistas de los cabarés las mulatas, salpicadas de puntos brillantes y plumajes de cartón en la cabeza, mueven las caderas montadas en cajas de bolas y los coros de las orquestas –profesionales y bien acoplados– quieren convencer a los viejos europeos enganchados a muchachas jóvenes de que no hay que llorar porque la vida es un carnaval.
Acaba de ser publicado por la editorial valenciana Aduana Vieja. Sus autores son dos españoles: María Angeles Altozano y Ricardo Carreras. Ellos hacen el trabajo de promoción de la guía desde una institución, con sede en Zaragoza, que se llama Solidaridad Española con Cuba.
Si vas a Cuba, ve bien, dice en su página inicial el cuaderno. En definitiva, les sugiere a los turistas que no se queden con la alegría de carrusel y ventú del Ministerio de Cultura. Que no se queden con la imagen que les impone el comunismo a cambio de unos euros en hoteles, playas, restaurantes donde el cubano de la calle y la acera, el hombre común de bicicleta y cartilla de racionamiento, nada más que puede entrar como camarero para servir al extranjero, o como policía, para vigilarlo.
La Guía turística y solidaria incluye las direcciones de los familiares de los presos políticos, fotos de ellos y de sus familiares, así como detalles del trabajo de la incipiente sociedad civil cubana provincia por provincia.
Están el santo y seña de los lugares donde funcionan las agencias de prensa independientes y los nombres de los principales representantes de ese movimiento. La ubicación de las bibliotecas libres, las agrupaciones de derechos humanos y las de algunas iglesias donde pueden dejar donaciones y mensajes de apoyo.
Los autores tienen la delicadeza de indicar a los turistas que los libros que mejor aceptación tienen en esa otra Cuba son la literatura clásica española, constituciones de países democráticos y biografías de Adolfo Suárez y Gandhi.
Ofrecen una lista de temas muy interesantes acerca de la realidad cubana. Ahí está la pugna de Cuba contra Corea del Norte a ver cuál tiene la menor tasa de penetración de internet. Al menos en América, Cuba gana de calle con un 0.9.
Es una proposición inteligente y abarcadora. Un libro muy bien acogido en España donde, a juicio de muchos observadores, en la mayoría de la población y en los medios de prensa de verdadera importancia la dictadura ha perdido terreno y se queda en soledad con unos viudos del comunismo que ya aprendieron a conformarse con ponerse una boina llena de estrellas rojas y salir con unas pancartas a disfrutar de un banquete de catibía insustancial enriquecida con soja.
Esta guía especial ayuda a las personas a visitar en un mismo tiempo dos países. Uno de verdad. El otro, un invento de los pícaros para quedarse en el poder.
Autor: Raul Rivero (publicado en Nuevo Herald)