Desde hace semanas se viven en Cuba momentos de alta tensión, que hacen recordar la situación precedente a la Primavera Negra de 2003, cuando fueron arrestados injustamente 75 disidentes cubanos.

En aquella ocasión también las fuerzas represivas crearon con anterioridad un ambiente de crispación, preparatorio de condiciones ideales para los arrestos, y aprovecharon la coyuntura del inicio de la Guerra de Iraq, con el cálculo de que la opinión pública mundial estaría inmersa en ese tema. Para ello, fabricaron las reuniones en la residencia del Sr. James Cason, entonces jefe de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, con la activa participación de varios agentes de la Seguridad del Estado infiltrados, luego destapados por el gobierno.

Las personas condenadas, en su inmensa mayoría, no habían participado en esas reuniones, lo que hace evidente que el objetivo eran fundamentalmente activistas del Proyecto Varela y miembros de la Sociedad de Periodistas Manuel Márquez Sterling, que meses antes habían publicado y divulgado la revista DE CUBA.

Asimismo, la maniobra represiva procuraba crear un ambiente de terror entre la población y amedrentar a los sectores reformistas dentro del partido y gobierno que existían ya entonces, utilizando para ello una inexplicable ingenuidad diplomática y sus agentes encubiertos. Ahora, de cierta forma, se repite la maniobra, dirigida especialmente contra las Damas de Blanco, y para sembrar el terror en el pueblo cubano, en momentos en que el nivel de disgusto entre la población crece ante la no llegada de las reformas anunciadas y el empeoramiento de las condiciones de vida debido a las alzas de los precios de los productos de primera necesidad.

Para ello, utilizan provocaciones contra las Damas de Blanco, un movimiento formado por las esposas, madres, hijas, hermanas y tías de los 75 prisioneros de conciencia de marzo de 2003, conocidas como buscadoras de la libertad de sus familiares, únicamente por medios pacíficos; mujeres a quienes las autoridades han lanzado turbas agresivas, a las que han respondido con cánticos religiosos y flores, como firmes defensoras de la paz y la reconciliación entre los cubanos. Una concepción en modo alguno afín a la violencia y el terrorismo, y por consecuencia difícil de atacar por el régimen, por lo que recurre a manipulaciones, trampas y calumnias.

Siempre ha sido el propósito del totalitarismo cubano vincular a sus críticos con el extranjero, por moderados que sean, en especial Estados Unidos. Cualquiera que proteste contra la terrible situación nacional es acusado de ser mercenario y agente del imperialismo yankee. La disidencia y la desesperación popular en incremento en modo alguno son importadas, sino el resultado de una interminable y devastadora crisis. La represión no es una solución. La única alternativa viable para poner fin a esta dramática situación y crear un ambiente de paz y convivencia nacional, es la introducción de cambios radicales en un sistema que ha llevado el país al desastre.

En esta repentina crispación pudiera estar presente también la mano de los sectores más conservadores del régimen, con el objetivo de paralizar las reformas prometidas por el nuevo presidente, General Raúl Castro, a través de la conformación de un clima político tenso, en el cual sea imposible hacer avanzar los cambios.

Asimismo, resulta evidente la preocupación de los “duros” sobre un entorno internacional que podría tornarse poco propicio para mantener el poder absoluto por tanto tiempo disfrutado. En particular temen una significativa modificación de la política hacia Cuba por parte de Estados Unidos, como consecuencia de la posible victoria de los demócratas en las elecciones de noviembre. El ataque realizado al candidato Barack Obama, por su constructiva alocución realizada en Florida el pasado 23 de mayo, no deja margen de duda sobre los peligros para sus egoístas intereses, que perciben los talibanes del patio en la eventual pérdida de la coartada de la amenaza externa, utilizada por tanto tiempo para cultivar el seudo nacionalismo y justificar la represión.

La humana afirmación del Sr. Obama de que en caso de resultar presidente terminaría las limitaciones a los cubano-americanos de visitar Cuba y el envío de dinero a sus familiares fue calificada como “una fórmula de hambre para la nación, las remesas, como limosnas y las visitas a Cuba, como propaganda para el consumismo”. De tal modo, el encuentro entre los cubanos se valora como un crimen y la ayuda humanitaria como un delito. Es que el régimen percibe la unidad nacional como peligrosa, máxime cuando pueda llegar con ideas consideradas “nocivas”, y una ayuda que pudiera quebrar en alguna medida el estricto control económico y el consumo de artículos, sólo reservado al disfrute de la dirigencia, que sí “tiene suficiente conciencia” para sacrificarse ante los deleites del consumismo.

Paralelamente, disgusta la posibilidad de mejoría en las relaciones con la Unión Europea mediante un clima de entendimiento con ese importante bloque. De forma increíblemente absurda han sido calificados de “lobos hambrientos” sus países semanas atrás. En el programa Mesa Redonda de la televisión cubana, símbolo del más radical conservadurismo, periódicamente se ha atacado con rebuscadas falsificaciones de subordinaciones a Estados Unidos. La ola de ataques carece de sentido, cuando precisamente la UE se aproxima a la posible redefinición de las relaciones con el gobierno cubano, lo cual indica los deseos del sector intransigente de lesionar el eventual mejoramiento. Todo sazonado con hechos dirigidos a atizar la crispación, como fuera la negativa a que Yoani Sánchez viajara a España para recibir el Premio Ortega y Gasset, o la expulsión de Néstor Pérez de la universidad de Pinar del Río sólo por comentar un filme español en Convivencia, el sitio web dirigido por Dagoberto Valdés.

Como se puede apreciar, se trata de una ofensiva contra la sensatez y la posibilidad de que Cuba pueda progresar dentro de un marco de reconciliación nacional. Un movimiento peligroso, cuando la población comienza a dar claros signos de ansias de cambios y total desesperanza.

Autor: Oscar Espinosa Chepe