¡Cuántos hombres y mujeres, jóvenes cargados de sueños, se entraron en la noche polar del sacrificio sin premio, para que la justicia de la ley honrada tuviera trono saludable en una patria feliz, común a todos!: sin odios de soberbia mal pagada ni angustias e incertidumbre de apostadores.

Nunca tuvo la muerte más vergüenza que en aquellas horas dolorosas cuando, con sangre de corazones puros, pagó la patria el precio para rescatar con honor sus libertades. Sabemos que la democracia – herida de muerte – fue sepultada, con absoluta vileza, en la fosa común de otra dictadura aún más despreciable. Sabemos que se tomó de pedestal la ingenuidad y el entusiasmo de un pueblo confundido, para levantar sobre él, a fuerza de prisiones y fusiles, un monumento al crimen, bajo el perverso liderazgo de un sicópata inescrupuloso e insaciable.

El espectáculo sórdido, bochornoso y definitivamente imperdonable que nos presenta a un grupo indefenso de mujeres vestidas de blanco y armadas con gladiolos, siendo arrastradas, golpeadas y brutalmente sometidas a todo tipo de agresión, por turbas al servicio de la tiranía, es una confesión arrogante de culpabilidad, que bajoninguna justificación puede tolerar la decencia y el sentido común.

Ese exhibicionismo de intolerancia y represión, es el testimonio de la incapacidad del socialismo para convivir entre seres humanos.
Los métodos violentos, nunca serán el argumento de la razón. Con el uso de la violencia sólo se confirma la pobreza de la causa que se pretende defender.

El reciente ataque a las DAMAS de BLANCO, es solo una pálida muestra de todo el horror que a lo largo de medio siglo han tenido que soportar los que se han atrevido a levantar su voz en defensa de sus derechos.

Pero la firmeza y el coraje de estas mujeres, para no permitir que el abuso quiebre la entereza de su obra, es una lección de hombría, para el machismo degradado de la junta militar que azota cobardemente nuestra nación. Y es también, una sana y necesaria bofetada en el rostro de la apatía y la indiferencia de los que vivimos acorralados por el miedo, y que tendremos que despertar nuestras virtudes para no avergonzar, con el silencio cómplice, el hermoso sacrificio de sus mejores hijos.

Son Damas de Blanco, porque les sobra la pureza que acompaña al honor y la virtud. ¡Y son Damas de Fuego! , porque van encendiendo en el corazón de cada cubano el Amor a la Libertad y los Derechos Sagrados.
Vayamos al encuentro de esas madres de la paz y del decoro.
¡Es hora de quemarnos con su llama!
Autor: Ernesto Aquino Montes