Entrevista a Yarai Reyes, esposa del periodista independiente y ex prisionero de conciencia cubano Normando Hernández
Asociación Damas de Blanco
“A mi hija le dije ‘tu papá no es ningún delincuente, no es ningún ladrón, no es ningún asesino, simplemente no está de acuerdo con Fidel, y Fidel es el que manda en este país´’
Yarai y Normando tienen planes junto a su hija Daniela. Se imaginan que en unas semanas estarán celebrando el primer cumpleaños de su hija en un país libre, alejados del precio que han pagado por pensar diferente: represión, amenazas, insultos. Normando es periodista independiente, escribe a favor de la libertad, y por ende, en contra de la dictadura de Castro. Ya tienen el permiso de salida, solo falta el pasaje.
A mediados de marzo de 2003 el sueño se trunca. Normando escondido en su casa, bajo la cama, como en una tragicomedia, trata de ganar días para poder celebrar el cumpleaños de Daniela en su casa en Camagüey. Las Fuerzas de Seguridad lo buscan, es un traidor a la patria por desear que Cuba sea libre. A escondidas apagan las velas del primer cumpleaños de su hija. Lo encuentran. Lo condenan. “Cadena perpetua”, resuena una vez tras otra en la cabeza de Yarai la petición del fiscal. De La Habana a Camagüey, no encuentra consuelo. Al final, en un cruel gesto de ‘buena voluntad’, el régimen castrista lo condena contra toda justicia a 25 años de privación de libertad por hablar, por pensar, por escribir, por sentir…
Empieza entonces el peregrinar de Yarai como esposa y Dama de Blanco. Largos viajes pesan a sus espaldas, pues Normando es uno de los presos de la Primavera Negra de Cuba que más veces ha sido trasladado de una prisión a otra. Es también uno de los presos que más enfermo ha estado y uno de los periodistas independientes con más carácter. Ahora es uno de los presos políticos recientemente liberados y llegados a España que, junto a sus familias, están adaptándose a su nueva vida fuera de las rejas.
Yarai sonríe todo el rato, y su risa es contagiosa y agradable. El buen humor, o mejor, la sonrisa, le ha ayudado a soportar estoicamente siete años de lucha. En este tiempo ha visitado varias prisiones, ha vestido de blanco junto a las demás Damas pidiendo libertad, y lo más difícil, ha tenido que explicar a su hija por qué su padre estaba preso sin haber hecho nada malo.
Decirle a Daniela dónde estaba su papá fue “uno de los momentos más duros”. “Mi hija siempre se hizo la idea de que su papá estaba enfermo, porque él estuvo ingresado en varias ocasiones y ella lo visitaba en el hospital, y me preguntaba, ¿cuándo mi papá se cure irá para la casa?. Cuando comenzó la escuela un niño le dijo que su papá no estaba enfermo, que estaba preso. Ese día llegó y me dijo ‘siéntate ahí, dime la verdad, ¿mi papá está preso o está enfermo?’. Le respondí, ‘tu papá está enfermo, pero también está preso’ y empezó a llorar y a decir que la Virgencita no le iba a cumplir su deseo… fue muy duro… y me preguntaba ‘¿pero por qué, por qué?’. Le dije tu papá no es ningún delincuente, no es ningún ladrón, no es ningún asesino, simplemente no está de acuerdo con Fidel, y Fidel es el que manda en este país”. Para Daniela tampoco ha sido fácil.
“En siete años vivimos como 20”. Yarai suspira y continúa. “Fue muy duro, fueron siete años de sufrimiento, de sacrificio, fueron siete años de espera”. Yarai vivía en Vertientes, municipio de Camagüey, donde estaba sola con Normando y la niña, pues es de Nuevitas, otro municipio de Camagüey. Por eso el mazazo de la separación la hizo sentir muy sola.
Con ellos, como con todos los demás presos de conciencia cubanos, han sido muy crueles. “Para ellos éramos animales, lo peor que podía existir, porque estos presos a pesar de ser presos por ideales, por no pensar igual al gobierno, eran tratados como asesinos. En determinada ocasión, la propia Seguridad del Estado me dijo que éramos peores que asesinos. Eran déspotas. Nos maltrataban”.
Lo ha pasado mal en los viajes y en las bochornosas revisiones que le hacían cuando acudía a las visitas matrimoniales con Normando. Fue una humillación continua. Hasta que tuvo que plantarse como se plantaba Normando ante las injusticias, motivo por el cual era considerado uno de los prisioneros con más carácter. Quizás fue esta una de las razones para los continuos traslados de una prisión a otra. Para Yarai esto significó horas de viajes, sueño, caros pasajes… para ver a su esposo, siempre de la mano de Daniela. “En España decir 700 kilómetros dicen que no es nada, pero en Cuba, en un lugar donde el transporte es pésimo, es muy difícil, yo dormí junto con mi niña muchas veces en terminales de autobuses”. Y nos detalla trayectos insufribles.
En varias ocasiones, cuando trataba de ir a la capital junto a las demás Damas de Blanco, la detuvieron, la interrogaron, incluso la llevaron de vuelta a su casa. Nada la detuvo para volver a intentarlo, a veces, incluso, hasta lograrlo.
“Empecé a caminar con las Damas justo cuando se cumplía el primer aniversario y estuve en La Habana, junto con la niña. Fue algo cómico. Tenía visita en Pinar del Río y en la misma Terminal de Camagüey me dicen; ‘Yarai, llamada telefónica’, y yo buscando, me asusté, porque nunca pensé que me iban a llamar en una Terminal. Me conducen a una oficina, y cuando llego, estaban los señoritos de la Seguridad. Me decían ‘ ¿y tú, dónde vas?’, y yo respondía; ‘tengo visita con Normando’, y ellos continuaban, ‘sí, sí, ¿pero tú tienes pensado ir a otro lugar?’, porque ellos sabían que en casa de Laura se iban a reunir las Damas. Pero yo respondía otra vez ‘¿yo?, ¿a casa de Laura?, ¡no me ha pasado por la mente! – ríe-. Ellos mismos me resolvieron el pasaje, los dejé porque era mi objetivo llegar a tiempo a La Habana. Cuando me fui a montar en la guagua le dijeron al tío de Normando ‘fíjese que vaya directo para Pinar del Río’, pero yo cuando me monté le dije al conductor ‘directo para la casa de Laura Pollán’ – y vuelve a reír. Y así pudo aquel día participar de todas las actividades de las Damas de Blanco, de las que ha sido partícipe en muchas otras ocasiones.
Amparados ya por la libertad, Normando, Yarai y Daniela emprenden un nuevo camino juntos que se ha retrasado siete años. Pero nunca es tarde. Son jóvenes y tienen ganas de sonreír. Tienen, además, muchos años por delante para recuperar, cubriendo con un manto de olvido los malos recuerdos, los años robados. “Hemos pasado de vivir bajo las balas, la represión, las amenazas… a vivir bajo la luz, por eso se que nos tiene que ir bien”.
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Autor: Asociación Damas de Blanco