Plaza y sopa
Gigantismo, Desabastecimiento, Concentraciones Políticas Y Odio De Asesino en serie para la prensa libre. He ahí cuatro signos constantes, cuatro organismos . vivos en la temperatura ambiente de toda sociedad que se haya propuesto castigar a los ciudadanos con la experiencia del socialismo real.
No importa el siglo. Da igual si se trata del invernal y neblinoso socialismo que gestaron los rusos en el siglo XX. O del ardiente movimiento con pachanga y arepa que ha entrado ahora al continente americano disfrazado de la abuela de Caperucita.
Esos elementos no pueden faltar, porque están en la programación genética del sistema.
Los hombres y mujeres que han tenido que vivir al amparo de esos regímenes saben que el socialismo es incompatible con el pollo. En cuanto se instala en el poder unas de esas cuadrillas de extremistas y pronuncia su discurso de igualdad, las aves de corral desaparecen. Se alcanza entonces la igualdad en la pobreza de las mesas vacías y los manteles como llanuras.
Es que se trata de mecanismos enfermos. Tanto es así que, en los sitios donde se han instalado estos pícaros, a quienes manejan los recursos del Estado no se les llama administradores. Se les dice administraidores.
En Venezuela, donde en los últimos tiempos los magos del Socialismo del siglo XXI hicieron que se evaporaran también el azúcar, la leche, los frijoles y el aceite, los sabios representantes del poder popular acaban de entrar en el camino de la solución con un gesto de gigante: hacer la sopa más grande el mundo. Una megasopa para el Guinness de los récords.
Allí se ha preparado un sancocho bolivariano que alimentará a 70.000 comensales. Al día siguiente volverán a amanecer los anaqueles vacíos, pero se ha creado una atmósfera combativa y triunfal.
Chávez quiere una sopa descomunal y Evo Morales una plaza de la Revolución. Le pidió ayuda a la Embajada cubana. Necesita con un urgencia un lugar «donde podamos reunirnos millones y millones para escucharnos y garantizar el proceso de cambios de Bolivia».
Rafael Correa, que acusa a la prensa libre de Ecuador de todo lo malo que sucede en el país, lo que necesita es un canal de televisión controlado por funcionarios de su Gobierno. Y Chávez se lo acaba de regalar. Dentro de unos meses, los ecuatorianos podrán escuchar a todas horas la palabra orientadora del señor presidente. Entretanto, descalificación y lodo contra los periodistas que no aplauden su gestión salvadora.
Los pueblos que conocen esos signos, quienes los han sufrido y los padecen todavía, se defienden con el filo reparador de la palabra. Cuando se les conmina a gritar en voz alta Socialismo o Muerte, suelen agregar por lo bajo y sin mirar a nadie: «Valga la redundancia».
Autor: Raúl Rivero (publicado en El Mundo)