Las Cubanas en el Día Internacional de la Mujer
Lejos escucha el reloj despertador. Está agotada, con esfuerzo la voluntad la levanta de la cama. Se asea rápido y se dirige a la cocina para preparar el desayuno. No tienen leche, pues Pepito recién cumplió los 7 años y ya no le venden por el sistema de racionamiento, en la llamada Libreta de Abastecimiento que en realidad poco abastece.
No la ha podido conseguir mediante la Bolsa Negra y en la tienda de venta en divisas es demasiado cara. Tendrá que tomar agua con azúcar y comer un pedazo de pan. Prepara el café, toma un poco. Se visten con premura y hace volar al niño sobre sus piecitos para dejarlo en la escuela.
Llega a la parada del ómnibus, la “guagua” en cubano. Como es habitual, encuentra personas soñolientas dispuesta a esperar pacientemente, otras desesperadas porque se les fue la única que está trabajando en esa ruta, y algunas dispuestas a pagar un Almendrón, como se llama a los viejos autos americanos en función de taxis privados, donde se aprietan los clientes a pesar del considerable precio para el bolsillo estrujado de la mayoría del pueblo. Hoy tendrá que “pedir botella”, aunque quien va en auto particular o estatal usualmente no recoge a nadie.
¡Felicidades, compañera! Escucha una voz masculina a la puerta de la fábrica. Ella se detiene asombrada; fuerza la memoria y recuerda que hoy es 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer. Devuelve el beso en la mejilla, tan usual hoy en Cuba. Agradece la flor y corre a su puesto de trabajo. Se queda un ratico al final de la jornada en la actividad de la Sección Sindical. Habla el Secretario General sobre el papel de la mujer y todo lo que le debe a la revolución. Desde que ella nació escucha frases similares, por más que se esfuerza su mente vaga imaginando las dificultades para el regreso. Tendrá que salir a vender unas toallas por algún barrio algo distante. Si lo consigue, buscará leche para mañana. Deberá quedarle tiempo para pasar por la bodega para preguntar si llego el pollo de población para este mes. Esa libra por persona que venden por la “Libreta”. Sólo lo probará mientras cocina. Tiene que estirarlo para que Pepito se alimente. El pobre está pequeñito para su edad. Por suerte ya se le quitó el catarro; parece que es verdad que el cocimiento de romerillo sirve para curar casi todo.
Al fin en casa. Está muerta de cansancio. Mientras prepara la comida, recuerda la alegría que sintió cuando se encontró con Cachita. ¡La pobre! Ella la tiene aún más dura. Venía con un bolso muy pesado y con terror a que la parara la policía. Mira que perder todo por decomiso, si la agarran trayendo para vender en La Habana. Después de levantarse por la madrugada, encaramarse en un camión durante varias horas, caminar cuadras y cuadras para vender. Dice que está viniendo todos los días. Le preguntó si seguía vendiendo huevos y ella contestó que huevo y todo lo que se le presentara. ¡Cómo tiene que luchar para sobrevivir! Y eso que es graduada de técnico medio. Bueno, Juanita es universitaria y si no corta el cabello los fines de semana, casi se muere de hambre.
Antes de acostarse, se mira en el espejo. Ve un rostro tenso, el entrecejo fruncido, la piel reseca y las arrugas de una mujer mucho mayor. Si pudiera descansar…si viera un porvenir distinto…quizás se sacrificara aún más y siguiera estudiando.
Mucho mayor es el peso cotidiano que soportan otras mujeres cubanas. Hay tantas que este día no podrán abrazar a sus seres queridos porque están injustamente en las terribles cárceles cubanas como presos de conciencia y políticos pacíficos, aunque el gobierno no los reconozca como tales, o reos comunes, muchos por delitos que en ningún país existen, como ser condenado a 20 años por matar una vaca. Otras no podrán hacerlo debido a la fragmentación de la familia, parte de la cual se ha tenido que marchar al extranjero. Peor todavía lo pasarán quienes han perdido sus hijos, padres y esposos en las peligrosas aguas del Estrecho de la Florida.
La mujer cubana soporta cargas muy pesadas sobre sus hombros, pero evidencia la fortaleza suficiente para ser eje del hogar, guía de los hijos y esposa abnegada todos los días de su vida.
Autor: Miriam Leiva
Lugar: La Habana