«Con todo respeto: Eso es una dictadura…»
El contenido de lo que debía dar a conocer incluía desde elementos geográficos, históricos, demográficos, hasta, claro está, socio-políticos. Debo señalar que a mi grupo asisten estudiantes de disímiles partes del mundo, de países tales como Irak, Irán, China, Chile, Filipinas, Ucrania, Estonia, Uzbekistán, Holanda, Colombia y Francia. Realmente resulta para mi una experiencia excepcional y muy enriquecedora el poder compartir con personas de tantas nacionalidades con tan diversas culturas.
Mi exposición sobre la Mayor de las Antillas había causado cierta expectación, pues Cuba ha estado muy presente en los medios informativos del mundo y para muchos, las informaciones resultan contradictorias; y en general, si no es el caso de una persona especialmente interesada, la mayoría tiene ideas bastante estereotipadas o distorsionadas del país. Al menos, esa es la experiencia que he tenido con muchos extranjeros con los que he tenido contacto acá en Suecia.
Acostumbrado a hablar de mi país en el marco de eventos donde el objetivo es impulsar la democratización de la isla con personas que están bastante bien informadas sobre el tema, comprendí, sin embargo, que en esta ocasión mi manera de enfocar el asunto debía ser diferente. Ya antes de hablar había hecho un sondeo para tener una idea de cuanto podían saber sobre mi patria aquellos compañeros de clase.
Y en realidad en la mayoría los conocimientos no pasaban de mencionar el nombre de Fidel Castro, la salsa, el tabaco, buenas playas y Guantánamo, muy conocido por la prisión de terroristas que existe en la Base Naval norteamericana. Curioso me resultó que una iraquí, refugiada de su país por el régimen de Saddam Hussein, me dijera ser admiradora de Fidel Castro, sin embargo, apenas podía definir en qué zona del mapa mundial estaba la isla.
Así fue que hablé de la geografía, la extensión territorial, el número de habitantes, La Habana como ciudad capital, la composición étnica de la población cubana. Por cierto, muchos creen también que los cubanos son todos de raza negra y no es para menos, pues en la mayoría de los reportajes que pasan de Cuba, por ejemplo, en televisoras como CNN, no faltan una conga o una rumba en la que un grupo de cubanos negros tocan el tambor mientras mujeres también negras y a veces mulatas, mueven frenéticamente la cintura. Eso por supuesto que es una de las riquezas de nuestra cultura, les expliqué, pero también les dije tenemos una de las mejores compañías del mundo de ballet clásico, lo cual fue sorpresa para algunos.
La colonización española, la lucha por la independencia también fue parte de lo expuesto. Llegó por su puesto el momento de hablar de la realidad social y política del país en la actualidad, y la abordé exponiendo la realidad, sin hacer valoraciones de tipo político. Mi objetivo era provocar la reflexión y seguro estaba que al terminar, cuando tuviera que responder preguntas sobre lo dicho, lo cual es también parte de la tarea, seguramente podría ser más directo.
Así fue que les hablé de que en el país tenemos el mismo gobierno por más de 48 años, que el único partido legal es el Partido Comunista, que todos los medios de comunicación están e manos del estado, que el más importante periódico es del Partido, del sistema electoral cubano. Del sistema de enseñanza, que no se paga monetariamente, de los estudiantes que a partir del séptimo grado deben ir cada curso varias semanas a labores agrícolas en campamentos en el campo. De que los cubanos para viajar necesitan un permiso del estado que deben pagar en dólares y les dije cuanto, que los salarios se pagan en pesos y les dije también cual era el promedio.
Les conté de las universidades, donde sólo pueden ir los revolucionarios, explicándoles que en Cuba es el calificativo que el Gobierno tiene para los comunista, y por lo tanto quien no se comporte como tal, no tiene derecho a ir a los estudios universitarios. Les hablé de la salud pública, que no pagamos monetariamente tampoco, pero les conté de como son nuestros hospitales, de las medicinas que faltan, de las sábanas que no hay, del deterioro de la mayoría de ellos.
Curiosamente, un momento antes, buscando en Internet alguna foto de hospitales, encontré la del CIMEQ y esa fue la que mostré. Los alumnos dijeron muy rápidamente que ese se veía muy bien y al aclararle que era el de los de los dirigentes del Partido y sus familiares, todos casi dijeron a una sola voz, ¡ahhhhhhhhh!!!!!!!!!!!!
Mucho más les dije del país. Debo confesar que hasta ese momento, como me había propuesto, no había hecho una valoración política; solo exponía la realidad tal y como es, y lo decía en el tono más neutral posible. Como les dije, mi objetivo era ver que reflexiones y comentarios aquel panorama provocaba en los oyentes.
Terminada mi exposición, tocó el momento de las preguntas. Quien primero pidió la palabra fue una chica de Filipinas, quien muy tímida me dijo: «He escuchado con mucho interés lo que has dicho. En realidad no sabía mucho de Cuba, pero debo decirte que mi opinión, con todo respecto, es que eso es una dictadura.»
No puedo negar que aquello me sorprendió, pues la chica, como vieron calificó de dictadura al sistema cubano, casi disculpándose por decírmelo. Y debo aclarar, que me cuidé de no mencionar esa palabra durante todo el tiempo que hablaba; mi objetivo era que ellos sacaran sus propias conclusiones sin que yo les dijera. Otros hicieron también el mismo comentario, algunos incluso a pesar de que venían de países como Irán, comentaron de que aquello era horrible al referirse al modo en que los ciudadanos son controlados políticamente en las escuelas, el trabajo, y hasta donde viven.
¿Por qué la joven de Filipinas se disculpaba al decirme que en Cuba existía una dictadura? Pues tenía, en su escaso conocimiento del país, la idea de que los cubanos vivimos felices con la vida que llevamos y todos, menos los de Miami, quieren a Castro. Por supuesto, ya se fue creando un ambiente de debate, en el que les expliqué que los «de Miami» no son otros que los mismo de la isla, sólo que allí, pueden expresar libremente lo que en la isla cuesta años de cárcel.
Fue el momento en que les hablé de los presos políticos, de los actos de repudio, del número de años de cárceles a que fueron condenados los del grupo de los 75. En este punto, cuando escucharon que les dije «grupo de los 75» y la cantidad de años de cárcel, alguno pensó que me refería a una banda de terroristas, pues no entendían que unas personas fueran a prisión tantos años solo por ser opositores al Gobierno o periodistas independientes y sin haber cometido ningún acto de violencia.
Muchas preguntas respondí sobre Cuba aquella mañana. Todos coincidieron que lo que se cree está muy lejos de asociarse con aquella realidad de presos políticos, salarios de miseria, actos de repudio, control de la vida de las personas, y tanta represión. Reafirmé mi criterio que gran parte de la simpatía que aún puede causar la dictadura castrista, aunque verdaderamente no puedo decir que la había entre ellos, excepto aquella iraquí que por cierto no dijo una palabra sobre lo que yo decía para rebatirme, y sólo escuchaba asombrada, es provocada por el desconocimiento y la ignorancia.
Cuando se sale del esteriotipo y se les hace saber como realmente viven el día a día los cubanos, la gran mayoría, si no es que nos encontramos con un simpatizante ideológico y en ese caso, ya se trata de complicidad con la tiranía, la mayoría comprende que aquel es un sistema profundamente antidemocrático donde existe la más absoluta falta de libertades. Más aún, personas que viven en un país como Suecia, les resulta, lo he comprobado, casi aterrador imaginarse viviendo en una sociedad como la cubana.
Ese día el profesor de sueco, que por cierto es también profesor de español, me pidió si podía ir a darle esa charla a sus alumnos, pues ya les había hablado que tenía a un cubano entre sus alumnos extranjeros y ellos estaban interesados en conocer sobre Cuba. Días después, en la semana que termina, asistí a conversar con ellos. Una estudiante, había estado en la isla, ya me lo había dicho el profesor. Pensé que se trataba de alguna simpatizante que fue a conocer el socialismo tropical. La alumna, evidentemente además de turismo, fue atraída por el alo romántico que aún queda de la llamada revolución, pero su experiencia fue tan fuerte, que comprendí que le dijo mucho más que lo que ella creía.
Al terminar con ellos, les dije que si querían comprobar lo que les decía, que viajaran a Cuba, pero no solo a ir a la playa, sino a relacionarse con la gente y ver como vive. Una me respondió: «No me gustaría ir de turismo a un país donde las gentes no tienen libertad».
Mucho podemos hacer los cubanos para llevar lar verdad de nuestro país en cualquier lugar que estemos. Lo podemos en altas tribunas sean en Vilnius o Berlín, las cuales son muy importantes; pero también lo hacemos en escenarios no menos importantes pues son los de las gentes comunes y en ello damos también la batalla por la verdad de nuestra patria, que es darla por su libertad. No importan quienes digan o piensen lo contrario. Lo reconozco, me sentí satisfecho aquellos dos días hablando de Cuba, en dos centros educativos de Nortälje, un barrio bien a las afueras del Gran Estocolmo, lugar donde vivo en esta, mi patria adoptiva.
Cuba despierta interés, para bien o para mal. Nuestra patria ha estado muy presente en la historia de los últimos 50 años, y con certeza las personas de buena voluntad en el mundo, que son la mayoría, no dejarán de ser solidarios con nuestros compatriotas y nuestra patria cuando conozcan más la verdad de lo que allí sucede.
Autor: Osvaldo Alfonso Valdés (publicado en miscelaneasdecuba.net)