Las Damas de Blanco surgieron espontáneamente en abril del año 2003, cuando un grupo de valientes y dignas mujeres sufrieron la injusta encarcelación de sus familiares. Se unieron ante el dolor de estar separadas de sus seres más queridos y el firme propósito de lograr su liberación.
Hoy, y tras la liberación de «los 75», el grupo junta a mujeres de diversos credos e ideologías por toda Cuba cuyo objetivo es seguir luchando contra la represión del régimen, reivindicando los derechos de todos aquellos presos políticos y de conciencia que siguen sufriendo en el país.
Cuba y el mundo reconocen hoy, de forma merecida y creciente, a las Damas de Blanco. El Parlamento Europeo las ha galardonado con el Premio Sájarov a los Derechos Humanos. No son una organización burocrática, ni tienen presidente ni secretaria ni lazos formales entre ellas.
Vestidas de blanco, se dirigen cada domingo hasta la iglesia de Santa Rita, en el barrio habanero de Miramar. Después de misa, recorren pacíficamente la quinta avenida u otras calles en silencio. La pluralidad del grupo es muy grande, pero es más lo que las une que lo que las separa.
Esta unión les ha servido para mantener la esperanza, para apoyarse mutuamente y para soportar mejor las dificultades que todas ellas sufren. Las más «conocidas», especialmente para la prensa internacional, son las de La Habana, pero Damas de Blanco hay en todas las provincias o pueblos cubanos donde exista un detenido simplemente por el hecho de tener ideas propias.
A lo largo de su historia, las Damas de Blanco han llevado a cabo diferentes actividades. Una de ellas es lo que denominaron un «té literario». Los días 18 de cada mes, frecuentemente en casa de Laura Pollán, la líder del grupo, algunas de las Damas se reunían para aportar algo al resto. Cartas de sus maridos, poemas de los detenidos, o literatura universal que les sirve y las anima para proseguir la espera.
«Como en todos los seres humanos, hay altas y bajas. Hay veces que algunas esposas han venido con una situación determinada de salud de su esposo, de alguna violación que han sufrido. Han venido muy deprimidas, entre todas, como una gran familia que somos, las tratamos de alentar, darles ánimo, reconfortarlas. Hay veces que hemos sonreído, otras veces hemos llorado juntas», resumía Laura Pollán algunos años antes de fallecer en 2011.
Desde que comenzaron con sus actividades, las Damas de Blanco han sido amenazadas por el Gobierno. La Seguridad del Estado ha tratado de chantajearlas a través de sus familiares encarcelados o a través de sus hijos.
Pero Las Damas de Blanco no han flaqueado ni se han desanimado. Al contrario, sus experiencias las han enriquecido. Compartir el dolor y la desazón las ha reforzado. Y su mayor activo es la solidaridad. En la iglesia de Santa Rita o en otras parroquias de provincias, las solidarias Damas de Blanco se fortalecen mutuamente y renuevan su lucha pacífica por reencontrarse con sus seres queridos.
La calle es de las Damas de Blanco, y ni los chantajes del Gobierno ni sus indignos y orquestados actos de repudio (colectivos o individuales) las han doblegado.
No lo han logrado ni lo lograrán. Parafraseando a José Martí, en el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchas personas sin decoro hay siempre otras que tienen en sí el decoro de muchas personas. Son las que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a las personas su decoro.
Con las Damas de Blanco caminan todos los domingos miles de personas, camina un pueblo entero, camina la dignidad humana.